La meditación es el estado natural del ser humano.
Cuando se practica a menudo llega un momento que no es necesario retirarse ni cerrar los ojos para meditar. Al observar, se va comprendiendo el consciente y van apareciendo los contenidos del subconsciente, el cual poco a poco revela su carga ancestral en la misma medida que eleva la consciencia a niveles superiores.
Cuando se practica a menudo llega un momento que no es necesario retirarse ni cerrar los ojos para meditar. Al observar, se va comprendiendo el consciente y van apareciendo los contenidos del subconsciente, el cual poco a poco revela su carga ancestral en la misma medida que eleva la consciencia a niveles superiores.
Lo hermoso del acto de meditar y entrar en el tiempo de la Sabiduría es que no hay nada que hacer, ningún lugar a donde ir. No se puede decir que te unes a Dios, porque nunca hubo separación (es un estado mental) y es ese estado de profunda unidad, del concepto Dios que tiene cada uno, (desde el concepto dual) quien toma las riendas para ir al encuentro; "solo" pide disposición y disponibilidad. Pero esta es una ardua tarea. La constancia, aunque no se vean los frutos, es necesaria si el corazón lo anhela, pues la verdad se encuentra solo cuando el ego está ausente, cuando se es capaz de dar el salto a lo desconocido confiando ciegamente en el encuentro.
Los místicos hablan de la noche oscura (tiempo de espera, dependiendo de la purificación necesaria y la aspiración que la acompaña). "Si Dios quiere" se apiadará y recogerá el alma que aspira. La mística es un pensamiento pensado hasta el final, hasta que no se puede seguir pensando.
Ocurre que el medio externo, o mundo, interrumpe constantemente este estado del ser hasta el punto del olvido de sí mismo y de llegar a creerse que se es eso que se ve. Por este motivo en la tradición cristiana el llamado mundo se convierte en uno de los enemigos del alma (lugar donde el ser acumula las experiencias y crece). La práctica de la meditación devuelve a la mente al estado básico de silencio y observación.
Nuestro cerebro no conoce la diferencia entre lo que ve y lo que recuerda, porque activa las mismas redes neuronales. Por tanto "es urgente" Educar la mente para callarla, aportar silencios para entenderse y conocer las muchas posibilidades que nos esperan.
Una forma mental determinada nunca comprenderá lo que está más allá de ella; lo creado, lo limitado no puede concebir lo Eterno, lo no Creado.
La mente ordinaria es el reino del ego. El ego se forma con el tránsito constante de determinadas redes neuronales hasta conseguir creer que solo existe eso que se cree y se hace, Como la imagen del niño que al taparse los ojos cree que el mundo desaparece.
Aquí se hace necesario el silencio, el testigo silencioso del devenir cotidiano, el acallamiento de los tres cuerpos: el mental, el emocional y el físico; Con el silencio se llega a la Vida que está detrás de todas las formas. Esa Vida es Amor Creador.
Con la meditación se descubre que la Divinidad es el Amor con el que se ama la claridad/luz de la mente más allá de lo superpuesto. El encuentro con lo Amado, tan íntimo y sublime, que tal vez solo las palabras de Juan de la Cruz, en su Noche Oscura, se acerquen cuando dice:
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado
cesó todo y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
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