domingo, 17 de abril de 2022


SEMANA SANTA versus LA PRIMAVERA


      



   Termina la Cuaresma, tiempo de "preparación", los 40 días que, en la tradición cristiana se cuenta, pasó Jesús de Nazaret de retiro ante el inicio del que había de ser el trabajo que vino a realizar. La historia nos muestra el ejemplo de cómo afrontar una situación importante. Retiro, reflexión, contemplación, meditación... incluso el ayuno (limpiando el digestivo se aclara la mente).

  La Pascua, (el paso) un tiempo de búsqueda y encuentro. La búsqueda en el interior, la divinidad que siempre espera o como ahora se dice "la versión superior de uno mismo". Quien en su tiempo nos mostró el Camino, nos señaló la forma de hallarlo.   

  Y como siempre hay un "para qué" es bueno hacerlo fácil y humano.

  Una semana, siete días, para observar. 

  Este es el tiempo propicio. El final del invierno, el tiempo que muere para resucitar a lo nuevo, una nueva oportunidad de "ver" mejor el propio proyecto de vida y las acciones que lo harán posible con la luz que ya se deja sentir con intensidad. Tal vez por eso el tiempo pascual se celebra siempre con el primer Plenilunio de Primavera (luz en la oscuridad).

  Si la Cuaresma es un tiempo para la reflexión, un tiempo para conectar con la manera de programar la vida, de vernos en nuestros quehaceres cotidianos, la Pascua es el paso o tránsito a lo nuevo. Descubrir otra manera más auténtica, más verdadera, más vivida. La vida fluye constantemente y nos da la oportunidad de vernos en las viejas formas en las que nos expresamos, lo que ya no nos sirve para el camino que una vez observado con la ayuda del sentir,  pensar y  actuar,  experimentamos, es decir conocemos las energías que las mueven y aquí es desde donde  podemos  integrarlas,  aceptarlas como creaciones propias  dándoles la importancia que le corresponde, mirándolas con paz. Es la trascendencia.  He aquí la Pasión.

Todo fuera nos "habla" de la vida, todo dentro guarda silencio para sentirla y sobre todo para SERLA.